A principios de la primavera de 2004, durante un periodo en el que nuestro nuevo hotel, La Fuente de La Higuera, estaba inesperadamente lleno, recibí una llamada del albañil que había construido el hotel para nosotros. Necesitaba ayuda para traducir, ya que quería vender las tierras de su padre a una pareja holandesa interesada. Como no hablaba inglés ni neerlandés, le ayudé con mucho gusto.

Asombrada por la serenidad y la belleza del lugar, me fui a casa después de traducir, con la secreta esperanza de que no lo compraran. Mis plegarias fueron escuchadas: encontraron el terreno demasiado grande para sus necesidades. No pasó mucho tiempo antes de que las 22 hectáreas de terreno virgen fueran nuestras, y pudimos ponernos manos a la obra para hacer realidad nuestro sueño de crear un lugar especial, un lugar con espacio, luz, vistas y comodidad, y un complemento bienvenido a nuestro hotel como retiro para huéspedes que desean compartir recuerdos con algo más que la pareja.
El proyecto se completó en 2007 y, a día de hoy, nuestros huéspedes parecen tener la misma sensación común que yo tuve por primera vez hace 20 años: «¡qué paz tan maravillosa!».